Hola a tod@s, hace años que escribí éste relato, lo traigo aquí para el que quiera pueda disfrutar con su lectura.
Gracias por vuestro tiempo.
Si hay alguien que le interese como guión, que cuente conmigo para interpretarlo...jajaja, bueno, no creo que sea una locura, ¡ ah ¡ está registrado.
LA SOLEDAD
Sólo podía mirar hacia arriba, conformándose con mirar aquel níveo techo, como si en ello pudiera encontrar respuesta a todo lo que quería saber.
Luisa, hace muchos años fue una mujer hermosa, de facciones casi perfectas, y pómulos salientes, cejas bien dibujadas, ojos oscuros de mirada suave y dulce, cabello castaño, claro y rizado, los labios bien dibujados en líneas descaradamente asimétricas.
Estaba tendida junto a una de las dos camas junto a la ventana. Dos mesitas y un crucifijo de madera componían la fría estancia.
Era un día plomizo y helador de mediados de Enero, pero ella no lo sentía. No podía moverse, su cuerpo se negó hace ahora... ¿qué más daba?
Las paredes eran de un color azul pálido, con algunos desconchones debidos sin duda al roce de las camas. El otro lecho permanecía vacío pero por poco tiempo, sólo sería cuestión de esperar quizá horas... minutos... el tiempo lo dirá.
¿Cuánto tiempo hacía que estaba allí? No importaba, ella sólo soñaba con el día en que los volvería a ver ¿Será hoy cuando vendrán a verme?.
En su cabeza se agolpaban mil y un recuerdos... Su casa en el pueblo, aquella pequeña casa en la gran explanada con el sol inundando toda la fachada. También recordó la inmensa variedad de árboles que se perdían en su vista con el palacio, el puente, y la fuente de la Mariblanca al fondo ¿Y la parra de la entrada... tendrá muchas uvas? Las baldosas blancas y negras formaban un divertido juego de damas por toda la casa. La estufa, el corral... ¿Cuántos huevos han puesto hoy las gallinas?
¿Habrá roto alguno la niña...?
Las campanas de la Iglesia le recordaban que debía apresurarse en dar la comida a los conejos, ya oía la bicicleta de él por la empinada calle. Era la hora del almuerzo.
Sólo la voz grave de aquella mujer vestida de blanco, y el tintinear de los vasos de leche, la devolvieron a la realidad. Luisa no podía expresar ningún gesto. Veía, oía pero todo lo demás estaba atrofiado y condenado a permanecer en esa maldita inmóvilidad absoluta.
-Vendrán ésta tarde. Lo sé.
Se la imaginó con aquel vestidito que le hizo en azul celeste bordado en blanco. ¡Estaba preciosa! ¡Parecía una muñequita!
Siempre fue más guapa que su hermano, además parecían la noche y el día. Ella tan blanca y rubia, y él tan moreno, con esa piel tan oscura... por cierto, seguía igual.
La última vez que vinieron, la ventana estaba abierta... oía muchas voces fuera, pájaros que piaban. Olía a hierba recién segada, y el olor penetrante del jazmín que hacia sentir la primavera en toda la habitación.
¡Qué ingrato era vivir así! ¡Qué digo vivir! ¡Esperar así... hasta cuándo!
-Vendrán ésta tarde. Lo sé.
Sintió frío, de repente notó una punzada en la parte izquierda de su frágil cuerpo.
¡Cuánto tiempo ha pasado desde que él se fue!
Recordó la última noche. Fue un verano angustioso y negro.
¡Cuántas cosas han pasado desde entonces...!
Nació con más de cuatro kilos. Aquello constituyó un acontecimiento en el pueblo, acudieron absolutamente todos para ver aquella masa de sebo y pelo negro que lloraba y gritaba.
Volvió a sentir aquella punzada, luego otra, y otra pero más dura.
-Vendrán ésta tarde. Lo sé
¿Y ahora dónde irán mis pensamientos?
Cuando la niebla empañe mis ojos, y el frío de la muerte hiele mi cuerpo... seguiré pensando...
-Vendrán ésta tarde. Lo sé.
Gracias por vuestro tiempo.
Si hay alguien que le interese como guión, que cuente conmigo para interpretarlo...jajaja, bueno, no creo que sea una locura, ¡ ah ¡ está registrado.
LA SOLEDAD
Sólo podía mirar hacia arriba, conformándose con mirar aquel níveo techo, como si en ello pudiera encontrar respuesta a todo lo que quería saber.
Luisa, hace muchos años fue una mujer hermosa, de facciones casi perfectas, y pómulos salientes, cejas bien dibujadas, ojos oscuros de mirada suave y dulce, cabello castaño, claro y rizado, los labios bien dibujados en líneas descaradamente asimétricas.
Estaba tendida junto a una de las dos camas junto a la ventana. Dos mesitas y un crucifijo de madera componían la fría estancia.
Era un día plomizo y helador de mediados de Enero, pero ella no lo sentía. No podía moverse, su cuerpo se negó hace ahora... ¿qué más daba?
Las paredes eran de un color azul pálido, con algunos desconchones debidos sin duda al roce de las camas. El otro lecho permanecía vacío pero por poco tiempo, sólo sería cuestión de esperar quizá horas... minutos... el tiempo lo dirá.
¿Cuánto tiempo hacía que estaba allí? No importaba, ella sólo soñaba con el día en que los volvería a ver ¿Será hoy cuando vendrán a verme?.
En su cabeza se agolpaban mil y un recuerdos... Su casa en el pueblo, aquella pequeña casa en la gran explanada con el sol inundando toda la fachada. También recordó la inmensa variedad de árboles que se perdían en su vista con el palacio, el puente, y la fuente de la Mariblanca al fondo ¿Y la parra de la entrada... tendrá muchas uvas? Las baldosas blancas y negras formaban un divertido juego de damas por toda la casa. La estufa, el corral... ¿Cuántos huevos han puesto hoy las gallinas?
¿Habrá roto alguno la niña...?
Las campanas de la Iglesia le recordaban que debía apresurarse en dar la comida a los conejos, ya oía la bicicleta de él por la empinada calle. Era la hora del almuerzo.
Sólo la voz grave de aquella mujer vestida de blanco, y el tintinear de los vasos de leche, la devolvieron a la realidad. Luisa no podía expresar ningún gesto. Veía, oía pero todo lo demás estaba atrofiado y condenado a permanecer en esa maldita inmóvilidad absoluta.
-Vendrán ésta tarde. Lo sé.
Se la imaginó con aquel vestidito que le hizo en azul celeste bordado en blanco. ¡Estaba preciosa! ¡Parecía una muñequita!
Siempre fue más guapa que su hermano, además parecían la noche y el día. Ella tan blanca y rubia, y él tan moreno, con esa piel tan oscura... por cierto, seguía igual.
La última vez que vinieron, la ventana estaba abierta... oía muchas voces fuera, pájaros que piaban. Olía a hierba recién segada, y el olor penetrante del jazmín que hacia sentir la primavera en toda la habitación.
¡Qué ingrato era vivir así! ¡Qué digo vivir! ¡Esperar así... hasta cuándo!
-Vendrán ésta tarde. Lo sé.
Sintió frío, de repente notó una punzada en la parte izquierda de su frágil cuerpo.
¡Cuánto tiempo ha pasado desde que él se fue!
Recordó la última noche. Fue un verano angustioso y negro.
¡Cuántas cosas han pasado desde entonces...!
Nació con más de cuatro kilos. Aquello constituyó un acontecimiento en el pueblo, acudieron absolutamente todos para ver aquella masa de sebo y pelo negro que lloraba y gritaba.
Volvió a sentir aquella punzada, luego otra, y otra pero más dura.
-Vendrán ésta tarde. Lo sé
¿Y ahora dónde irán mis pensamientos?
Cuando la niebla empañe mis ojos, y el frío de la muerte hiele mi cuerpo... seguiré pensando...
-Vendrán ésta tarde. Lo sé.
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