Permitidme que debute en este foro con un “canto a los actores de teatro”.
A los que:
comenzaron de meritorios, esperando pacientemente su oportunidad de tener un papel,
sabían que se trata de recorrer el camino, pues llegar, nunca se llega a ninguna parte,
firmaban un contrato y eso significaba formar parte de un proyecto común a defender,
desarrollaron una técnica vocal que les permitía susurrar y ser escuchados en el gallinero,
en la primera lectura de la obra, sus frases sonaban llenas de sentido y contenido,
transcribían de su puño y letra sus textos para memorizarlos,
el primer día de ensayos se sabían la obra entera como “el padre nuestro”,
trabajaban en los ensayos con generosidad y entusiasmo,
comprendían que una escena no se puede hacer solo, por muy bueno que seas,
respetaban el trabajo de sus compañeros de reparto y reconocían el de los técnicos,
sabían el esfuerzo que conlleva el levantar una producción,
aceptaban con estoicismo los kms en las giras, las pensiones y los camerinos húmedos y fríos,
sabían que la promoción formaba parte de su trabajo,
llegaban dos horas antes de la función para prepararse y comprobar los elementos de utilería,
entre cajas se dedicaban a ver el trabajo de los compañeros y la reacción del público,
en su vocabulario no existía la palabra suspender y sí la de respeto por el público,
estando enfermos o con dolor en el alma, en escena nunca se notó,
fueron actores dentro del escenario, pero no fuera de él,
su nombre el la cabecera de cartel, era sinónimo de aforo lleno,
aceptaron su destino de ser eternos secundarios, sin sufrir por ello,
maduraron aceptando el paso del tiempo y los papeles acordes a su edad,
entendieron que el teatro es un trabajo en el que todos son igualmente necesarios,
firmaban con pudor y timidez los autógrafos a la salida del teatro,
los que la edad les hizo perder la memoria y sufrieron el dolor de no poder volver a trabajar,
a todos aquellos que ya no están en los escenarios para mostrarnos el camino…
A los que:
comenzaron de meritorios, esperando pacientemente su oportunidad de tener un papel,
sabían que se trata de recorrer el camino, pues llegar, nunca se llega a ninguna parte,
firmaban un contrato y eso significaba formar parte de un proyecto común a defender,
desarrollaron una técnica vocal que les permitía susurrar y ser escuchados en el gallinero,
en la primera lectura de la obra, sus frases sonaban llenas de sentido y contenido,
transcribían de su puño y letra sus textos para memorizarlos,
el primer día de ensayos se sabían la obra entera como “el padre nuestro”,
trabajaban en los ensayos con generosidad y entusiasmo,
comprendían que una escena no se puede hacer solo, por muy bueno que seas,
respetaban el trabajo de sus compañeros de reparto y reconocían el de los técnicos,
sabían el esfuerzo que conlleva el levantar una producción,
aceptaban con estoicismo los kms en las giras, las pensiones y los camerinos húmedos y fríos,
sabían que la promoción formaba parte de su trabajo,
llegaban dos horas antes de la función para prepararse y comprobar los elementos de utilería,
entre cajas se dedicaban a ver el trabajo de los compañeros y la reacción del público,
en su vocabulario no existía la palabra suspender y sí la de respeto por el público,
estando enfermos o con dolor en el alma, en escena nunca se notó,
fueron actores dentro del escenario, pero no fuera de él,
su nombre el la cabecera de cartel, era sinónimo de aforo lleno,
aceptaron su destino de ser eternos secundarios, sin sufrir por ello,
maduraron aceptando el paso del tiempo y los papeles acordes a su edad,
entendieron que el teatro es un trabajo en el que todos son igualmente necesarios,
firmaban con pudor y timidez los autógrafos a la salida del teatro,
los que la edad les hizo perder la memoria y sufrieron el dolor de no poder volver a trabajar,
a todos aquellos que ya no están en los escenarios para mostrarnos el camino…
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